Ser madre te hace más inteligente Bebé
Aseguran los expertos que para aprender de una experiencia hace falta que esta sea novedosa, suponga un reto, requiera cierto grado de implicación y lleve alguna carga emocional. Los cuatro requisitos describen, sin duda, la maternidad.
La avalancha de emociones, sensaciones y temores que llegan de la mano de un hijo, son estímulos nuevos para cualquier madre. Y qué duda cabe de que todas esas señales que se perciben a través de los cinco sentidos, actúan como una saludable tabla de gimnasia para la mente. La maternidad es una experiencia que, lejos de hacernos caer en el atontamiento, nos enriquece mentalmente.
Nuevas habilidades maternas
- Experta en comunicación no verbal: durante los dos primeros años de vida, los bebés se comunican, casi por completo, mediante estos gestos y palabras sin sentido aparente. Con el intercambio diario de expresiones entre madre e hijo, se refuerza la capacidad de la madre para comprender los sentimientos de su bebé y, en consecuencia, los de otras personas.
- Aumento de la empatía: es el ingrediente básico de la inteligencia emocional, la clave para entender qué necesita otra persona para estar contenta y sentirse a gusto.
- Capacidad de priorizar: para satisfacer las necesidades de un bebé, algo aparentemente sencillo, cualquier madre tiene que aprender a organizarse y a priorizar.
- Paciencia infinita: ser madre es un ejercicio continuo de paciencia, en el que hay que resolver conflictos de todo tipo, convertirse en experta en logística y dominar la capacidad de liderazgo.
- Pensamiento más rápido: desde el momento en que una madre tiene que encontrar la forma de que su bebé deje de llorar, arranca un proceso que le obliga a pensar de forma más espontánea. Tiene que aprender a tomar decisiones en cuestión de segundos.
- Más creativa: vivir con un bebé obliga a buscar soluciones y resolver problemas de forma increíblemente creativa. ¿Qué madre no se ha inventado un truco para que su hijo coma?
- Capacidad multitarea: atender a un bebé requiere de una gran capacidad, las madres adquieren una nueva habilidad de realizar varias tareas a la vez para tranquilizar, alimentar, o cuidad de su pequeño.
- Aumentan la perspicacia y la agudeza visual y auditiva: cualquier madre es capaz de distinguir el llanto de su hijo, e incluso interpretar su significado. Tampoco dudan en “barrer” con la mirada el suelo del parque en busca de algo que pueda dañar a su hijo. Una madre ha aumentado su capacidad de anticipar peligros o de detectar amenazas.
- Mejoran las relaciones sociales: con la maternidad, la vida social se trasforma de la noche a la mañana. De pronto estás en contacto con otras madres. Las conversaciones giran sobre asuntos familiares, sobre la educación de los niños, la escuela… Y es un mundo social especialmente bueno para el cerebro, porque supone un apoyo práctico y psicológico que te vuelve más eficaz en la tarea de ser madre, en donde abundan las situaciones de estrés.
- Se fortalece el sistema inmunológico: está comprobado que pasar tiempo en compañía de otras madres y otras personas es el mejor tranquilizante, con lo que el sistema inmunológico se fortalece, de modo que mejora la salud y aumenta la resistencia.
- El cerebro va haciéndose más eficiente: nunca se estudia a nadie tan de cerca como lo hace una madre con su hijo. Y así, de manera gradual, igual que los brazos se van haciendo más fuertes al ir cogiendo a un niño que pesa un poco más cada día, el cerebro va haciéndose más eficiente, motivado por el programa de entrenamiento que, hábilmente, plantea un hijo. La madre crece con su hijo porque para responder a sus necesidades cambiantes, debe emplear distintas facetas de su inteligencia.