Dolores de crecimiento Niño
El dolor óseo recurrente benigno o más conocido como dolor de crecimiento es frecuente en los niños; lo sufre entre un 15 y un 30 por ciento de ellos entre los cuatro y los doce años de edad.
Si estando en la cama durmiendo por la noche tu hijo se despierta llorando o quejándose de dolor y de molestias en las piernas (en la parte anterior de la rodilla, en la zona de la tibia o incluso en los gemelos) y no tiene otros signos como cojera, hinchazón, dificutad para mover las articulaciones o edema, no te preocupes; es un fenómeno normal, se trata de los típicos dolores de crecimiento.
Súbita aparición
Los dolores de crecimiento se localizan en las piernas, aparecen de forma súbita por la noche y, igual que vienen, se van. Es decir, que, tras un tiempo de dolor, este cede y el niño se duerme y por la mañana el dolor ha desaparecido sin dejar huella.
Estos procesos dolorosos se repiten en forma de intermitente durante varios meses o años (cursando con periodos libres de molestias que pueden ser días o semanas) y luego desaparecen tan súbitamente como aparecieron.
¿Cómo tratarlos?
Si el dolor no es muy intenso o si no se repite con mucha frecuencia, basta con tranquilizar al niño o darle algún analgésico, considerándolo como algo poco importante y que todo niño debe pasar.
También podemos pedirle que realice algunos estiramientos de los músculos afectados o aplicarle en la zona una almohadilla caliente. Una medida eficaz son los baños de agua caliente antes de acostarse acompañados de un masaje en la zona de dolor, ya que, que al aumentar el flujo sanguíneo local en los músculos afectados con el masaje, estos dolores o no aparecen o lo hacen con mucha menor intensidad.
También puede resultar útil, especialmente en el caso de niños más pequeños, utilizar técnicas de distracción como leerles un cuento o darles un vaso de leche caliente.
¿Cuándo acudir al pediatra?
Aunque los dolores de crecimiento son benignos hay que acudir al pediatra para que evalúe al niño, ya que, en ocasiones, los dolores pueden enmascarar un cuadro grave, en particular una leucemia o un tumor de hueso (osteosarcoma) o bien otra patología ortopédica que requiera una valoración más completa. Igualmente, si este tipo de dolor se presentan en un niño mayor de 12-13 años, debe considerarse que la causa es diferente y por tanto digno de estudio por su pediatra.
En algunos casos puede ser necesario realizar un control analítico de sangre y quizás una radiografía o ecografía de esa zona dolorosa, a fin de descartar con cualquier dolor que pueda ocurrir durante el crecimiento como, por ejemplo, la enfermedad de Osgood-Schlatter, típica de niños deportistas o la enfermedad de Sever o por otro tipo de patologías más graves.