7 consejos para fomentar las buenas conductas en los entornos acuáticos Niño
Los últimos datos de la Federación de Salvamento y Socorrismo indican que en lo que llevamos de 2022 la cifra de personas que han muerto ahogadas asciende a 102. En el caso de los niños, las estimaciones indican que alrededor de 30 niños fallecen al año por esta causa, el año 2021 fueron 23 lo que supone una de las 10 principales causas de muerte en estas edades.
“La prevención de los ahogamientos es una tarea multifactorial donde intervienen las políticas públicas que permiten ejecutar acciones para la disminución de los accidentes por inmersión, como por ejemplo la presencia o ausencia de socorristas o elementos de socorro, pero también a título individual, donde cada persona debe realizar una evaluación de los riesgos en el momento del baño”, explica Patricia Marín Maicas, Directora del Máster en Cuidados de Enfermería en Urgencias y Emergencias de VIU. “Esta labor individual requiere un ejercicio de responsabilidad puesto que no se debe obviar que cualquier entorno acuático implica un riesgo y, por tanto, hay que hacer una evaluación individualizada en el momento de baño”, continúa.
En esta línea, la docente de la Universidad Internacional de Valencia destaca la necesidad de que las personas dispongan unos conocimientos mínimos sobre los riegos para que puedan tomar las mejores decisiones. En este sentido, se pueden diferenciar los riesgos en dos grandes ejes: los relativos al entorno y los relativos a las condiciones individuales de cada persona.
Respecto al entorno, indica que “se debería tener en cuenta si estamos en un entorno con condiciones previsibles, como las piscinas donde podemos conocer datos como la profundidad, la temperatura o los elementos de succión presentes, o imprevisibles como como playas, arroyos o ríos en los que contamos con factores imprevisibles como los cambios en el oleaje, corrientes o fondos inestables”.
Por otro lado, también “hay que tener en cuenta si en el entorno que nos encontramos contamos con elementos de socorro o ayuda como salvavidas o chalecos, o bien humanos como la presencia de socorristas”, añade. De igual forma destaca que se debe valorar el riesgo en relación a las condiciones de la persona teniendo en cuenta especialmente “si sabe nadar, si sabe flotar, si tiene una buena condición física, si es menor o si ha consumido alguna sustancia o fármaco que puede disminuir su nivel de atención”.
Consejos para fomentar las buenas conductas en los entornos acuáticos
- Supervisión continua de menores y adolescentes, bajo la premisa que ningún elemento de flotabilidad sustituye a la supervisión continua.
- Instalar barreras en las piscinas y extraer los elementos que pueden llamar la atención de los niños y provocar caídas accidentales.
- Evitar bañarse en entornos desconocidos como pozas o pantanos y seguir siempre las indicaciones como banderas o señalizaciones.
- Evitar las conductas de peligrosidad como lanzarse desde rocas o bañarse ante cualquier situación que conlleve una pérdida de nivel de conciencia (estados embriaguez, consumo de sustancias).
- Prestar atención a elementos adversos como la temperatura del agua, cambios en el oleaje, aumento de corrientes o fatiga de niños y personas vulnerables a última hora de la tarde. Siendo especialmente reseñable esta última cuestión ya que es la franja horaria en la que se producen la mayor parte de los ahogamientos.
- Prestar atención a posibles elementos de succión: depuradoras, corrientes, etc.
- Tener conocimientos básicos de resucitación cardio-pulmonar o en su defecto, activar de inmediato el Servicio de Emergencias 112 ante cualquier signo aparente de semiahogamiento o ahogamiento